Soy el Agente Cero-Cero-Nada, responsable de seguridad de Matatxingorria. Desde que Hombreculo se tatuó el plano del tesoro en su culo y fue descubierto por los espías, Matatxingorria se ha llenado de buscadores desesperados. Esto ya parece las discotecas de Benidorm en verano, llenas de tíos empalmados buscando a quien endiñársela.
Como Agente he presenciado múltiples redadas, llenas de porrazos al aire y disparos en las costillas. Y aunque siempre me he considerado una persona seria, reconozco que un día me reí.
Trabajé en el País de las Mil y Una Noches, de lo único que se puede trabajar allí: de sereno (por cierto, a mí el cómputo anual de noches nunca me cuadró).
Aunque lo mío es la justicia y el orden. Gracias a mi insistencia, en el Juzgado de Menores colocaron de mandamás a un juececillo, todo un logro.
Y es que cuando miras atrás (aparte del castañazo que te metes si vas conduciendo) te das cuenta que los años vuelan; es curioso que aún no hayan sido considerados como aves. La edad no perdona, cada día que pasa eres más viejo, ¿si perdonara sería la cosa al revés?.
Tengo un ayudante, ahora no me acuerdo cómo se llama, la borrachera de anoche está haciendo mella en mi cerebro. Ya lleva 6 años de vacaciones pagadas, empiezo a sospechar que se está pasando de listillo. Vive en un pueblo tan viejo que lleva bastón, incluse tose a veces. El siempre me da toda la información con pelos y señales, aunque yo los pelos se los devuelvo todos. Siempre me lo decía todo al grito pelao; ahora ha cambiado, me lo dice todo a gritos pero sin pelar.
En ese momento entró él por la puerta, ya que por la chimenea hubiera sido mucho más costoso. Y aunque lo estreché entre mis brazos, seguía igual de gordo que siempre. He de decir que siempre ha sido un fiel ayudante, ya que nunca me ha engañado con otro Agente. En ese instante yo tenía el corazón en un puño, pero luego lo puse en su sitio, de lo contrario hubiera fallecido.
Eso sí, este tipo era muy saludable. A mí los vicios me traen muy malos recuerdos. En mi familia nadie bebía. Murieron todos de sed, claro.
Yo esta noche no había pegado ojo, sin darme cuenta se me acabó el pegamento. Y es que a veces no duermo pensando en los grandes misterios de la humanidad, como por ejemplo por qué a la gachamiga se le llama rulera, ¿conocéis a alguna con rulos?.
Al día siguiente, que no es el mismo que hoy aunque dure lo mismo, tenía un caso que resolver. Varios buscadores de tesoros habían sido hallados muertos. El asunto olía fatal, y no sólo por mi carencia de desodorante, que también.
Yo me había guardado un as en la manga, que no me sirvió de nada, ya que no estábamos jugando a las cartas.
El suceso ocurrió en una casa en la falda de una montaña, a la altura del coño, más o menos. El sol brillaba en todo lo alto (¿tú lo has visto brillar alguna vez en todo lo bajo?). Me estaba quemando la piel, en tener un rato al astro rey le arrancaría la corona de un violento soplamocos.
Un lugareño nos engaño miserablemente. Nos dijo que ese camino nos llevaría a la casa. Pero no. O movíamos las piernas o el camino no nos llevaba a ningún sitio.
A medida que se aproximaba la casa, ésta se hallaba más cercana (lo contrario hubiera sido de lo más paranormal). Y subiendo y subiendo sucedió un hecho curiosísimo: al llegar arriba dejé de estar abajo.
Al llegar me di cuenta de que se trataba de un crimen como todos: los asesinados estaban todos muertos, tirados por el suelo, ninguno hablaba y por supuesto no me saludaron al entrar. Uno de ellos estaba descuartizado en 38 pedazos o así (no sé el número exacto porque me entró hambre y me comí alguno). Y al cabo de 5 horas deduje que también estaría muerto. Probablemente por algún mal uso de la batidora.
Maldije al asesino: Te meteré entre rejas, bastardo. Bueno, entre ellas no, que seguro que no cabes. Pero sí detrás de ellas.
Eran ya las 10. La noche se nos echó encima, aunque de un puñetazo la derribé al suelo. Menudo soy yo.
En eso que vi una carta en el suelo, la leí:
“Mamá, ya he llegado. El clima no es tan malo. La semana pasada sólo llovió 2 veces. La primera vez durante 3 días, y la segunda durante 4”.
Y de repente apareció ella. Era una mujer de la cabeza a los pies. No de esas que lo son del sobaco al ombligo o de las orejas al culo, no. Se llamaba Gorgonia. Podía haberse llamado capazo de cemento, sota de bastos, reloj de cuco, ataque nuclear radiactivo, Sadam Hussein, pero no. Odiaba los nombres feos.
Era la mujer que hace años partió mi corazón, seguro que todavía llevaba el hacha en el bolso. Ella no sabía qué llevaba yo entre manos; en ese mismo instante estaba meando.
To be continued
Mar Rullera & Calderón De La Vaca (2009)
(Nota: Por primera vez los de la redacción hemos acordado que la parte 3ª de esta historia la escribáis vosotros. Sólo nos la tenéis que hacer llegar al email y ya está. ¿Quién se atreve?).
Como Agente he presenciado múltiples redadas, llenas de porrazos al aire y disparos en las costillas. Y aunque siempre me he considerado una persona seria, reconozco que un día me reí.
Trabajé en el País de las Mil y Una Noches, de lo único que se puede trabajar allí: de sereno (por cierto, a mí el cómputo anual de noches nunca me cuadró).
Aunque lo mío es la justicia y el orden. Gracias a mi insistencia, en el Juzgado de Menores colocaron de mandamás a un juececillo, todo un logro.
Y es que cuando miras atrás (aparte del castañazo que te metes si vas conduciendo) te das cuenta que los años vuelan; es curioso que aún no hayan sido considerados como aves. La edad no perdona, cada día que pasa eres más viejo, ¿si perdonara sería la cosa al revés?.
Tengo un ayudante, ahora no me acuerdo cómo se llama, la borrachera de anoche está haciendo mella en mi cerebro. Ya lleva 6 años de vacaciones pagadas, empiezo a sospechar que se está pasando de listillo. Vive en un pueblo tan viejo que lleva bastón, incluse tose a veces. El siempre me da toda la información con pelos y señales, aunque yo los pelos se los devuelvo todos. Siempre me lo decía todo al grito pelao; ahora ha cambiado, me lo dice todo a gritos pero sin pelar.
En ese momento entró él por la puerta, ya que por la chimenea hubiera sido mucho más costoso. Y aunque lo estreché entre mis brazos, seguía igual de gordo que siempre. He de decir que siempre ha sido un fiel ayudante, ya que nunca me ha engañado con otro Agente. En ese instante yo tenía el corazón en un puño, pero luego lo puse en su sitio, de lo contrario hubiera fallecido.
Eso sí, este tipo era muy saludable. A mí los vicios me traen muy malos recuerdos. En mi familia nadie bebía. Murieron todos de sed, claro.
Yo esta noche no había pegado ojo, sin darme cuenta se me acabó el pegamento. Y es que a veces no duermo pensando en los grandes misterios de la humanidad, como por ejemplo por qué a la gachamiga se le llama rulera, ¿conocéis a alguna con rulos?.
Al día siguiente, que no es el mismo que hoy aunque dure lo mismo, tenía un caso que resolver. Varios buscadores de tesoros habían sido hallados muertos. El asunto olía fatal, y no sólo por mi carencia de desodorante, que también.
Yo me había guardado un as en la manga, que no me sirvió de nada, ya que no estábamos jugando a las cartas.
El suceso ocurrió en una casa en la falda de una montaña, a la altura del coño, más o menos. El sol brillaba en todo lo alto (¿tú lo has visto brillar alguna vez en todo lo bajo?). Me estaba quemando la piel, en tener un rato al astro rey le arrancaría la corona de un violento soplamocos.
Un lugareño nos engaño miserablemente. Nos dijo que ese camino nos llevaría a la casa. Pero no. O movíamos las piernas o el camino no nos llevaba a ningún sitio.
A medida que se aproximaba la casa, ésta se hallaba más cercana (lo contrario hubiera sido de lo más paranormal). Y subiendo y subiendo sucedió un hecho curiosísimo: al llegar arriba dejé de estar abajo.
Al llegar me di cuenta de que se trataba de un crimen como todos: los asesinados estaban todos muertos, tirados por el suelo, ninguno hablaba y por supuesto no me saludaron al entrar. Uno de ellos estaba descuartizado en 38 pedazos o así (no sé el número exacto porque me entró hambre y me comí alguno). Y al cabo de 5 horas deduje que también estaría muerto. Probablemente por algún mal uso de la batidora.
Maldije al asesino: Te meteré entre rejas, bastardo. Bueno, entre ellas no, que seguro que no cabes. Pero sí detrás de ellas.
Eran ya las 10. La noche se nos echó encima, aunque de un puñetazo la derribé al suelo. Menudo soy yo.
En eso que vi una carta en el suelo, la leí:
“Mamá, ya he llegado. El clima no es tan malo. La semana pasada sólo llovió 2 veces. La primera vez durante 3 días, y la segunda durante 4”.
Y de repente apareció ella. Era una mujer de la cabeza a los pies. No de esas que lo son del sobaco al ombligo o de las orejas al culo, no. Se llamaba Gorgonia. Podía haberse llamado capazo de cemento, sota de bastos, reloj de cuco, ataque nuclear radiactivo, Sadam Hussein, pero no. Odiaba los nombres feos.
Era la mujer que hace años partió mi corazón, seguro que todavía llevaba el hacha en el bolso. Ella no sabía qué llevaba yo entre manos; en ese mismo instante estaba meando.
To be continued
Mar Rullera & Calderón De La Vaca (2009)
(Nota: Por primera vez los de la redacción hemos acordado que la parte 3ª de esta historia la escribáis vosotros. Sólo nos la tenéis que hacer llegar al email y ya está. ¿Quién se atreve?).