- Espejito espejito ¿quién es el más guapo del mundo?.
- Ni idea. Tú seguro que no. Eres más feo que el resguardo de una quiniela.
Es lo que tiene comprar espejos baratos en las rebajas. Y mira que me advirtieron: “Ya verás cómo se te rebelará, no ama a su propietario”, y además me miente sin parar. Sólo reconoce mi belleza cuando le pongo el martillo a un palmo y esgrimo mi semblante más agresivo.
Recuerdo que ese día comí ensaladilla. Que asco, sabía a culo. Si hubiera estado en un restaurante se la habría tirado al cocinero a la cara, pero como la hice yo no me quedó más remedio que estamparme el plato contra mi careto. Es cruel, pero me lo merecía. El impacto me destrozó la nariz, por lo cual estuve casi 6 semanas sin respirar. Menos mal que mi vecino Cutrencio me ayudó mucho y se puso a respirar por mí durante dicho período. Posteriormente se lo agradecí como tocaba: le regalé el sobrante caducado y mordido de la ensaladilla, la cual provocó después la muerte de su perro. Los gatos del barrio hicieron fiesta 3 días seguidos.
Aunque me imaginaba de qué hablaría la prensa, la leí entera. Ciertamente leer el mismo periódico durante un mes tiende a aburrir, pero económicamente te sale muy rentable. Hasta un iraní que venía en portada parecía decirme: “Por Alá, tira ya este periódico, que las letras están desgastadas de tanto leerlas”. A mí un jodido iraní no debe decirme cómo hacer las cosas, ya que el que me dio la receta de la ensaladilla aún lo tengo de espantapájaros en el balcón. Bueno, ya no. Resulta que una vecina se enamoró de él y se lo vendí por medio euro.
El caso es que ese día llevé el espejo a un técnico para que me lo arreglara. Su diagnóstico me entristeció profundamente: “Mire, no sé cómo decírselo, pero su espejo es ciego”. Mira que me lo olía, ese espejo bastardo me había estado engañando toda la vida.
- Oiga ¿usted cree que soy bello?.
- En mi opinión es usted más feo que una llave inglesa, señor.
Y después de cobrarme 100 euros por la visita, me fui a casa de muy mala leche. Lo primero que hice fue leer el periódico. El jodido iraní de la portada se estaba riendo de mí: “Ya no puedes ser más imbécil, cara carretilla”. Pero esta vez pasé de él, ya que estaba saboreando una ración de ensaladilla que me encontré bajo el sofá y que curiosamente sabía a perro muerto.
Enrique Zido (2009)